Bona tarda, buenas tardes.
Las primeras palabras de mi intervención deben ser de sincero y profundo agradecimiento: Doy las gracias de todo corazón a la directiva del Centro Aragonés de Ripollet (especialmente a Marcos, su presidente, y a Javier) por ofrecerme el honor de dirigiros este pregón. Y este agradecimiento tiene tres razones que me parece conveniente explicaros:
· En primer lugar agradezco su confianza en mí por haberme escogido como pregonero a sabiendas de que soy un pregonero primerizo. Ojalá no defraude esta confianza y consiga “estrenarme” dignamente en este oficio, es decir, consiga que mis palabras no sean un tostón para todos ustedes.
· En segundo lugar, agradezco su coraje. Es más seguro escoger como pregonero a alguien que esté en el candelero, alguien que tenga un cargo importante y lo ejerza. Yo no lo tengo, aunque lo tuve; y soy consciente de que los “ex” normalmente no pregonan. Haber hecho esta excepción les honra.
· Y en tercer lugar, pero no con menos sentimiento, agradezco la oportunidad de compartir con todos vosotros algunas reflexiones y, sobre todo, de enriquecerme con vuestras opiniones y comentarios.
Hecho este triple agradecimiento, paso a hablaros de vuestra preciosa y querida tierra aragonesa. Pero, atención! lo hago consciente de que sois vosotros, con vuestros recuerdos, quienes mejor podríais hacerlo, quienes describiríais mejor el paisaje, la cultura, y las tradiciones de Aragón. Nadie como vosotros para hablar también de los reencuentros, de la modernización y de la prosperidad de la tierra que os vio nacer. Yo debo hablaros con la humildad del visitante.
(Un visitante, por cierto, que en su primera visita a la capital, Zaragoza, hecha cuando todavía era joven, concentró sus intereses en la calle llamada “el tubo”; y no teniendo la resistencia a la bebida que tienen los mañicos, guarda de aquellos días un recuerdo más bien borroso… y no doy más explicaciones.)
Retomo el hilo de mi pregón… Quiero hablaros de vuestra tierra con la humildad del visitante. Un visitante que ha estado unas cuantas veces más en la ciudad de Zaragoza, con la Basílica de Nuestra Señora del Pilar visible desde cualquiera de sus zonas, y que ha quedado impresionado por el hecho de que albergue en su interior una Virgen tan pequeña que, sin embargo, irradia tan grandes sentimientos de espiritualidad y de comunidad.
Un visitante que en la provincia de Huesca quedó prendado de la grandeza de sus paisajes montañosos y de la modernidad de sus instalaciones de esquí.
Un visitante, en fin, que también estuvo en Teruel, y que se enamoró de esta provincia de Aragón. Teruel es mi sueño. Teruel es, para mí, la capital de la naturaleza. Es la ecología hecha provincia; es el respeto máximo por la calidad natural de vida; es un vergel para toda Europa. Creo que un día llegará a ser famosa como refugio de paz y de reposo para muchísimas personas que valoran la calidad de vida y el buen turismo. ¡Qué bien ha conseguido Teruel alcanzar el equilibro entre turismo i conservación de la naturaleza! ¡Todo un éxito!
¿y qué decir de la gente? Este pasado verano he recorrido Teruel con mi familia y hemos vuelto a visitar Zaragoza, donde mi hija tiene muy buenas amigas. Nos queda el agradable recuerdo del paisaje y, sobre todo, de la amabilidad de los turolenses y de las familias que invitaron i cuidaron de mi hija durante su estancia.
Creo que mis palabras ya han reflejado la admiración que como visitante tengo por vuestra tierra. Pero, como antes he dicho, nadie como vosotros, los aragoneses, puede decir mayores ni mejores alabanzas a la Comunidad que fue Reino de Aragón. Seguro que lograréis que vuestra tierra sea aún más conocida y estimada.
Y ahora diré algunas palabras sobre vuestro Centro. Sabed que durante estos últimos años os he puesto como ejemplo ante otras entidades culturales regionales. El Centro Aragonés de Ripollet es una entidad sociocultural que tiene un doble ámbito de actuación muy, pero que muy loable.
Por una parte os movéis, y muy bien, en el ámbito de la transmisión, conservación, explicación y exposición de vuestra cultura propia i específica, tan querida por todos vosotros.
Y, por otra, desarrolláis una labor excelente en un ámbito muy específico vuestro: el de la integración. Si no me equivoco, sois la asociación regional más grande de Ripollet, no sólo en número de socios sino también en cantidad y calidad de actividades. Habéis conseguido aglutinar gentes de todos los orígenes, y habéis hecho realidad muchas de sus ideas y de sus proyectos. Esto no se ve cada día. Podéis justamente sentiros orgullosos de esta apertura y capacidad de integración. Es un gran éxito, que proviene seguramente de los orígenes de la entidad, por lo que es mérito de todas la juntas y de todos los socios.
Vuestros orígenes y vuestro corazón vienen de una tierra, la aragonesa, situada entre Castilla Catalunya y Navarra. Históricamente habéis mediado entre culturas i formas distintas de entender las cosas. Habéis sido buenos vecinos con todas la culturas, perseverando en la propia. En estos momentos, en los que todo se mueve muy rápido, pase lo que pase, decidamos lo que decidamos, es importantísimo que conservéis este espíritu mediador. En qualquier caso, creo personalmente, que necesitaremos personas, tierras y comunidades que aboguen más por la fraternidad entre personas, por la compañía i por la amistad. La amistad entre las personas, en régimen de mutuo respeto, y entre las sociedades y los pueblos.
En esta entidad tenéis diversidad cultural; cada persona, por su naturaleza e idiosincracia es diferente. Pero tenéis denominadores comunes que os unen: el respeto y la atención hacia los demás; la alegría y la sinceridad del trato; en definitiva, hacéis amigos y sois amigos. Os unen, pues, las múltiples facetas de la amistad.
Y, llegados a este punto, quiero deciros que precisamente es la amistad la principal razón por la que hoy os acompaño. Vosotros sois amigos míos, que me habéis recibido, aceptado y cuidado, con cargo y sin él; y os puedo decir sinceramente que yo soy amigo vuestro, porque solamente con verdadera amistad puede corresponderse la verdadera amistad. Muchísimas gracias.
Salvador Jorba
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